Desde el 2012, los residuos sólidos que necesitan un tratamiento especial, ya sea porque se consideran peligrosos o porque pueden ser aprovechados como nuevos insumos, son tratados en el país en programas de posconsumo. De esos materiales hacen parte productos cotidianos como llantas, pilas, plaguicidas, tecnológicos, medicamentos, bombillas y baterías.
Organizaciones como la Asociación Nacional de Industriales (Andi) han tomado el liderazgo de la recolección de esos residuos a partir de recursos de sus afiliados, y los resultados son alentadores. Pero en el caso de las llantas, el único producto que puede ser reprocesado en su totalidad para obtener nuevas materias primas, se han encontrado obstáculos, particularmente en materia de comercialización, los cuales no permiten cerrar con éxito su ciclo de vida útil.
Élmer Cardozo Guzmán, director de Rueda Verde, el más grande de los cinco programas que hay en el país para la recuperación de llantas usadas, asegura que los gestores, encargados de transformar los neumáticos en subproductos como caucho, acero y fibras, solo llegan a comercializar entre el 50 y el 60 por ciento de las nuevas materias primas generadas.
Esa cifra contrasta con el éxito que se ha evidenciado en la primera parte del ciclo, es decir, la recuperación. La meta de Rueda Verde para el 2016 es recoger dos millones de llantas en el país, medio millón menos de las desechadas por Bogotá cada año. Para cumplir con esa labor, la fundación dispone de 20 puntos en varios departamentos.
Esa cifra de recuperación es esperanzadora, teniendo en cuenta que apenas están comenzando las campañas de concientización de los usuarios, afirma Cardozo. No puede perderse de vista que en el 2015 salieron a la venta más de 5,3 millones de llantas en Colombia, las cuales, una vez cumplido su ciclo de vida, pueden terminar en calles, avenidas y parques, generando un problema ambiental y de salud pública para los ciudadanos.
¿Qué pasa con la venta?
El país tiene capacidad para procesar 10 millones de llantas al año, pero se llega solo al 20 por ciento porque los subproductos obtenidos no están cumpliendo con su cuota de comercialización. Según Cardozo, de Rueda Verde, una de las primeras dificultades fue buscar una infraestructura que se encargara del reprocesamiento de los neumáticos y llevara a cabo los procesos de trituración y separación.
La segunda causa, según expertos consultados, fue la no creación de un mercado y de una cultura de uso de materiales reciclados, en específico del caucho, cuyas propiedades y precios lo hacen atractivo para diversos sectores de la industria. “Usted puede triturar o picar una llanta, pero después qué se hace con ella. Llevarla a un relleno sanitario no es una opción viable porque sería enterrar materias primas que pueden ser utilizadas en otros procesos. Al no encontrar mercados, los gestores se ven enfrentados a qué hacer con esos materiales, teniendo en cuenta la inversión en maquinaria, mano de obra y energía de ese proceso de transformación”, apunta Cardozo.
Una de las salidas que podrían tener las llantas procesadas está en el asfalto modificado, que se combina con granos muy pequeños de caucho reciclado para ofrecer mayores condiciones de calidad en la construcción de vías. No obstante, el ingeniero José Hernando Marín, jefe de la planta de reciclaje de Corpaúl, uno de los gestores que trabajan con Rueda Verde, señala que ese mercado aún no se ha explotado. Además, parte del material derivado del neumático para ese uso en Colombia ha sido importado de países como España y Trinidad y Tobago, restándole competitividad de precios al producto nacional.
Además, dice que en otros usos como los granos de caucho de las canchas sintéticas se debe competir con productores informales que llegan a ofrecer precios inferiores hasta en 25 por ciento por kilo. Hoy, la planta de Corpaúl en Yumbo, Valle del Cauca, procesa 300 toneladas de llantas usadas por mes, y en promedio logra vender 100 toneladas de caucho en ese lapso.
Pero también está la dificultad propia de la cultura del consumidor, pues no toda la población es consciente de que las llantas no pueden ser desechadas como residuos ordinarios. “La dificultad que hemos tenido con el mercado es que es un producto por el cual hay mucha competencia y parte de ella es muy informal. Se vende sin IVA a un menor precio, y así sea de menor calidad a la gente no le importa”, señala Marín.
Algunos usos
Las llantas están compuestas por caucho (80 %), acero (15 %) y fibras (5 %), y de ellas pueden extraerse subproductos para diversos sectores de la industria.
Con caucho, además del asfalto modificado, se puede utilizar granulado para canchas sintéticas, calzado, adoquines, como sustituto del aserrín y para reemplazar combustibles fósiles tradicionales, pues, según expertos consultados, llega a generar mayor energía que el carbón.
Con la aplicación de tecnologías físico-químicas también se pueden obtener otros subproductos, como aceites y combustibles tipo diésel, tras ser refinado.
Y hay una aplicación que incluso se puede lograr sin procesar la llanta: como materia prima de obras de ingeniería para el control de la erosión, en sitios lejanos donde llevar la llanta a una planta de recolección puede resultar complejo.
Los consejos de un experto
El griego Antonis Mavropoulos es el fundador de la empresa D-Waste y presidente de la Asociación Internacional para los Desperdicios Sólidos (Iswa, por sus siglas en inglés). Es considerado un experto en el campo de la gestión de residuos sólidos y hace algunas semanas habló con EL TIEMPO durante una corta visita a Colombia.
¿Qué casos de éxito conoce sobre manejo de residuos como llantas, pilas, computadores, etc., que necesitan un proceso diferente para su posconsumo?
Todos estos tipos de líneas de desechos necesitan ser manejados con cuidado porque contienen sustancias peligrosas. La mejor manera de hacerlo es aplicar el principio de responsabilidad extendida del productor (REP), que señala que los productores de estos elementos también son responsables de organizar su administración una vez llegan al final de su vida útil.
Por ejemplo, en la Unión Europea contamos con esquemas exitosos de REP que involucran a la mayoría de industrias, e incluso se encargan de la administración de los residuos de sus envases, con tasas de reciclaje que en algunos países se acercan al 50 por ciento.
¿Qué consecuencias puede traer no hacer un manejo adecuado de estos residuos?
Aquí encontramos dos problemas. El primero es que muchos de estos desechos especiales contienen sustancias peligrosas que pueden causar grandes problemas al ambiente y la salud si se desechan en vertederos o sitios de disposición sin controles. Por ejemplo, en Indonesia y Filipinas el impacto en la salud de este tipo de vertederos industriales peligrosos es mayor que el producido por la malaria.
El segundo problema es que muchos de esos productos contienen importantes recursos que se perderán en caso de no ser recuperados. Por ejemplo, en el 2015, Apple recuperó cerca de 40 millones de dólares en oro de sus propios teléfonos celulares y iPads.
¿Qué consejos puede darles a los hogares y a las empresas para tratar este tipo de residuos?
A aquellos que están involucrados con la toma de decisión les recuerdo que el alcance de cada esfuerzo es proteger la salud pública. Hay que iniciar lo antes posible un esfuerzo sistemático y encontrar alternativas que permitan cerrar los vertederos que representan mayores riesgos, como los que están ubicados cerca de ríos o costas. Se trata de vidas humanas, no de desperdicios.
Mi segundo consejo está dirigido a quienes diseñan y generan este tipo de productos. Los consumidores pueden reciclar y reutilizar solo aquellos que están diseñados para ese fin; así que debe detenerse el diseño de productos obsoletos para implementar de inmediato el concepto de economía circular.-Resolución 1457 de 2010
RONNY SUÁREZ
Redactor de EL TIEMPO